La
infancia y la adolescencia molesta
Tres consideraciones.
La
primera consideración está referida a que desde el psicoanálisis, la infancia y la adolescencia, no son
consideradas desde la cronología o etapas de la vida, sino que son pensadas desde
la lógica, momentos lógicos que obedecen a coordenadas subjetivas.
Para el
psicoanálisis, se trata de dar la palabra al niño, de reconocerle su estatuto
de sujeto, en tanto sujeto del inconsciente, ya no desde la mirada médica o
pedagógica o incluso judicial que, valga la redundancia, lo miran como objeto a ser evaluado, educado o
sancionado.
Desde
el psicoanálisis de orientación lacaniana se trata de alojar al sujeto, de dar la oportunidad
que se relacione con lo que dice, con su palabra, con la responsabilidad subjetiva sobre lo que padece,
es decir que pueda reconocer su participación en aquello de lo que se queja y
no culpe al otro, es decir es subjetivarse como participante de aquello de lo
que sufre. En este sentido es que Lacan nos
habla de personas grandes, de
la edad que sea.
La práctica
con niños desde el psicoanálisis no implica una especialidad, no hablamos de
especialista en niños, puesto que es psicoanálisis en tanto trata al niño y al
joven como un sujeto de pleno derecho, en tanto se hace existir la trama
inconsciente, su desciframiento y la regulación de goce, en un dispositivo que,
si bien es cierto, tiene sus particularidades en tanto se ve atravesado por
discursos entrecruzados de los padres, o de la escuela o de otros
profesionales, no por eso deja de considerar al sujeto en esta trama, en la clínica
del caso por caso.
La
segunda consideración es que el titulo está incompleto, tendría que decir la
infancia y adolescencia molesta, y agregar – irremediablemente-, en tanto la
molestia es inherente al ser en cuanto es un ser en falta, en tanto es efecto
del lenguaje y nace en el reino del malentendido, pues no todo puede ser puesto
en palabras, o no hay la palabra justa que diga lo que se quiere decir, y por otro
lado, por efecto de la cultura, que en
su función civilizadora incide en cada uno a no satisfacer algunos deseos para
adaptarse y sobrevivir en sociedad.